A finales de los años cuarenta, la radio necesitaba un nuevo enfoque. El aumento en el número de estaciones después de la Segunda Guerra Mundial casi era un fenómeno exclusivamente local y los ingresos de estas emisoras locales comenzaban a superar los de las cadenas. Los programas musicales en las estaciones locales tenían formatos semejantes, segmentos de quince minutos o media hora dedicados a una banda o solista. El director del programa, el locutor o el programador decidían cada día el formato que tendría la emisión. El programador solía encargarse de la continuidad. En muchas estaciones, cuando el locutor llegaba se encontraba con una pila de discos que el operador e el discotecario habían preparado la noche anterior. En ocasiones el locutor conocía el contenido del programa a medida que ponía cada disco.
Vino entonces la lista de los cuarenta éxitos, un intento por reflejar el gusto de los radioescuchas y por llamar su atención mediante un programa que incluía las melodías más populares, según los índices de ventas, las encuentras de lo más tocado en las sinfonolas y los reportes de las tiendas de discos. Al principio, la lista de los cuarenta éxitos era ecléctica. La mayoría de las estaciones tocaba las mismas cuarenta canciones y era la intervención de cada locutor lo que marcaba la diferencia. Sin embargo, las emisoras pronto comenzaron a buscar públicos más definidos, para lo cual su programación se elaboró con base en ciertas selecciones, por ejemplo, música campirana, ranchera, rock and roll y otras. A finales de los años sesenta, los programas de muchas de aquellas estaciones se habían vuelto algo muy mecánico: el locutor casi no figuraba y se tocaba una lista de los principales éxitos dando rápidos saltos de un disco al otro. De vez en vez, esas estaciones pretendían renovarse poniendo nuevo énfasis en la labor del locutor, con ello procuraban dar un toque de calidez entre canción y cancion, y un formato más flexible.
La música country y la western cobraron importancia en la radio de un modo espectacular durante la década de los setenta. En los años ochenta hubo un renacimiento del jazz y el sonido de las grandes bandas y, por lo tanto, hubo nuevos formatos en la radio.
En la década de los noventa, las estaciones retomaron el concepto abandonado a finales de los años seteta. La oferta sigue siendo, en esencia, la misma: música sin cambios bruscos en el nivel de volumen, en los tiempos, los ritmos o en técnicas. Estas estaciones centran su poder de convocatoria en la personalidad de los locutores y estos suelen llegar a ser celebridades locales o regionales.
Otro formato importante es el de los progrmas de "rock clásico", donde se tocaban grandes éxitos de la historia reciente de dicho género. Cuando apenas iniciaba era fácil clasificar al rock. Había rock pesado, underground, ácido y otras corrientes que requerían flexibilidad en los formatos de las estaciones. El contenido sociopolítico de ciertas canciones de los años sesenta exigía un sonido suave, en comparación con el énfasis que se ponía en el ritmo y el volumen. El jazz y el folk roch condujeron a muchos artistas a combinar la música country y el rock. Así surgieron nuevas corrientes en el rock.
Debido a que los jóvenes de la década de los noventa comenzaron a rebelarse contra la desigualdad y la insensibilidad de la década precedente, la música contemporánea volvió a tener un tono político, sólo que esta vez el sonido era más alto, duro y se llamaba rap.
Los gustos pueden cambiar y serán populares otros nuevos formatos, pues incluso dentro de cada formato puede haber variaciones y adaptaciones según el mercado propio e cada estación y su auditorio.